El anuncio formal de la instalación de los diálogos con la autodenominada Segunda Marquetalia, otro grupo de traidores al Acuerdo de Paz entre las FARC y el Estado colombiano, es una buena noticia si el Gobierno Nacional logra evitar los tropiezos que ha tenido en las otras conversaciones que están en curso. En particular, es importante reconocer la fortaleza con la que el Estado llega a esas negociaciones y la debilidad y el cansancio que ha mostrado el grupo criminal gracias a los golpes en su contra. Lo que se pacte deberá poder demostrarle al país que, en esta ocasión, sí habrá un cumplimiento.
La Segunda Marquetalia fue el más sonado rompimiento de los Acuerdos de Paz de La Habana. El 29 de agosto de 2019, Iván Márquez apareció en un video junto con Jesús Santrich, Romaña y el Paisa para anunciar que retomaban las armas. Las imágenes produjeron desazón y tenían algo de grotescas: era ver a personas que habían sido claves en el acuerdo histórico para volver al monte, más por intereses personales que por querer ayudar a construir un mejor proceso de implementación. A Jesús Santrich le habían encontrado nexos continuados con el narcotráfico, por más que haya caído en un supuesto entrampamiento, y desde que volvieron a las armas se dedicaron a sembrar terror y refugiarse en la frontera entre Colombia y Venezuela. “Anunciamos al mundo que ha comenzado la Segunda Marquetalia (nombre que viene del lugar de nacimiento de las FARC) bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en armas contra la opresión”, dijeron en su momento. Hoy Santrich, Romaña y el Paisa están muertos, mientras que Iván Márquez estuvo en delicadas condiciones de salud.
Entonces, el gobierno de Gustavo Petro aterriza en una mesa con personas que tienen la completa desconfianza del país entero. Con justa razón. Es de valorar, sin embargo, que desde la llegada a la Presidencia la administración Petro haya buscado acercamientos. Su apuesta por la paz total sigue siendo la promesa más importante que se ha hecho y, esperemos, una que dé frutos, a pesar de todos los problemas que han surgido en el camino. La Segunda Marquetalia ha sido apretada por los resultados de la Fuerza Pública, y si genuinamente quieren una segunda oportunidad de reintegrarse a la sociedad, un acuerdo es la manera de hacerlo.
Hay señales esperanzadoras en ese sentido. Por ejemplo, el grupo criminal rechazó “las retenciones con fines económicos”. Es decir, los secuestros, un inamovible que no ha sido posible lograr con la misma determinación en otras conversaciones. También está la propuesta de que todo lo que se pacte se vaya implementando inmediatamente, lo que puede ayudar a construir legitimidad a todo el proceso. El primer ciclo de las negociaciones se adelantará en Venezuela del 25 al 29 de junio, con la participación como garantes de ese país, Cuba y Noruega.
El Gobierno llega a estos diálogos necesitando un triunfo que impulse su política de paz. Las negociaciones con el ELN y con otra disidencia de las FARC, liderada por Iván Mordisco, tienen pronóstico reservado. Por eso debe actuar con cautela y determinación. La apuesta por la paz merece buenas noticias.
El anuncio de los diálogos con la Segunda Marquetalia ha generado una mezcla de escepticismo y esperanza en la sociedad colombiana. La desconfianza es comprensible, dado el historial de traiciones y violencia de este grupo. Sin embargo, es crucial que el Gobierno Nacional aproveche esta oportunidad para demostrar su compromiso con la paz y la reconciliación. La fortaleza del Estado en estas negociaciones, combinada con la debilidad y el cansancio del grupo criminal, ofrece una ventana de oportunidad única para alcanzar un acuerdo duradero.
La historia de la Segunda Marquetalia es un recordatorio doloroso de las dificultades y desafíos que enfrenta el proceso de paz en Colombia. El regreso a las armas de figuras clave como Iván Márquez, Jesús Santrich, Romaña y el Paisa fue un golpe devastador para la confianza en los acuerdos de La Habana. Las imágenes de su anuncio en 2019, justificando su decisión bajo el pretexto de luchar contra la opresión, fueron un recordatorio sombrío de los intereses personales y la falta de compromiso con la paz. La muerte de Santrich, Romaña y el Paisa, y la delicada salud de Márquez, subrayan la fragilidad y el costo humano de este conflicto.
El gobierno de Gustavo Petro enfrenta un desafío monumental al sentarse a negociar con la Segunda Marquetalia. La desconfianza de la sociedad es palpable, y con razón. Sin embargo, es importante reconocer los esfuerzos de la administración Petro por buscar acercamientos y mantener viva la promesa de la paz total. La presión ejercida por la Fuerza Pública ha debilitado al grupo criminal, creando un contexto favorable para las negociaciones. Si la Segunda Marquetalia realmente desea una segunda oportunidad para reintegrarse a la sociedad, un acuerdo es el camino a seguir.
Existen señales alentadoras que sugieren un posible avance en las negociaciones. El rechazo del grupo criminal a los secuestros con fines económicos es un paso significativo, que no se ha logrado con la misma claridad en otras conversaciones. Además, la propuesta de implementar inmediatamente lo pactado puede ayudar a construir legitimidad y confianza en el proceso. El primer ciclo de negociaciones en Venezuela, con la participación de garantes como Cuba y Noruega, será una prueba crucial para medir el compromiso de ambas partes.
El Gobierno necesita un triunfo en estos diálogos para impulsar su política de paz. Las negociaciones con el ELN y otras disidencias de las FARC, lideradas por Iván Mordisco, enfrentan incertidumbres y desafíos. Por lo tanto, es esencial que el Gobierno actúe con cautela y determinación en este proceso. La apuesta por la paz merece resultados positivos, y la sociedad colombiana espera con ansias buenas noticias que marquen un avance significativo hacia la reconciliación y la estabilidad.