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El Día de la Mujer Indígena en Colombia es una fecha significativa que busca visibilizar las luchas y logros de las mujeres de los 115 resguardos indígenas del país. A pesar de enfrentar brechas, violencia y desigualdad, estas mujeres han sabido sobreponerse y hacer que sus voces sean escuchadas. En este artículo, presentamos las historias de cuatro lideresas indígenas que han dedicado sus vidas a combatir el prejuicio y a salvaguardar los derechos de sus comunidades.

Fany Kuiru, una lideresa huitoto nacida en La Chorrera, Amazonas, es una de las primeras mujeres indígenas en lograr un título profesional y en ser escuchada en foros internacionales. A sus 61 años, ha dedicado más de dos tercios de su vida a la defensa de los derechos de los indígenas del Amazonas. Desde la academia y los atriles, Kuiru ha logrado que los pedidos de los indígenas amazónicos resuenen en los gobiernos del mundo. Su activismo ha sido fundamental para la creación de un fondo de 10 millones de dólares destinado a la economía indígena después de la pandemia.

Kuiru es la coordinadora general de la Organización Indígena de la Cuenca Amazónica (Coica). Desde esta posición, ha demostrado que el machismo rampante no ha impedido que las mujeres sean escuchadas y tenidas en cuenta para cuidar la selva y lograr justicia social en sus comunidades. “Obtener poder y cargos donde ejercerlo es lo menos que yo pienso a diario en mi cotidianidad. Solo pienso en cómo mejorar a diario los pueblos indígenas de la Cuenca Amazónica y obtener logros para todos”, explica Fany.

Yalitza Aparicio, actriz mexicana, ha puesto a hablar al mundo del cine sobre la importancia de que las mujeres indígenas tengan más presencia en los sets de grabación y en las salas de cine. A sus 30 años, se ha convertido en la primera mujer indígena en ser nominada a los premios Óscar. Además, es embajadora de buena voluntad de la UNESCO para los pueblos indígenas y fue nombrada en 2019 una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista TIME.

Aparicio ha utilizado su plataforma para destacar las dificultades que enfrentan las mujeres indígenas. “Creo que, como mujeres, sabemos lo complicado que ha sido trazar nuestro camino en esta sociedad por la falta de oportunidades y por muchas cosas que aún faltan cambiar en las ideologías. Pero ahora, como mujeres indígenas, siempre hay un doble esfuerzo, porque no solo eres mujer, sino también indígena, y luego sucede que las personas abusan de este aspecto, porque dicen: ‘Ah, es indígena, así que seguro no sabe’. Hay muchas cosas que sí te limitan”, explicó a este diario.

Rigoberta Menchú, una lideresa indígena de Guatemala, ha logrado numerosos reconocimientos a lo largo de su vida. Hace tres décadas, se convirtió en la primera mujer étnica en recibir el premio Nobel de Paz. Desde entonces, ha seguido defendiendo la tesis de que los indígenas, y especialmente sus mujeres, tienen mucho que ofrecer a la paz, la justicia y el cuidado del ambiente en el mundo.

A sus 65 años, Menchú ha enfrentado la violencia, la guerra y las agresiones de género. Siempre se ha plantado frente a estas vulneraciones para proteger los derechos indígenas en Guatemala y el resto de Latinoamérica. En 1981, tuvo que exiliarse en México para proteger su vida, pero desde allí siguió siendo una voz para los indígenas guatemaltecos y las mujeres. En los últimos años, ha alzado su voz en escenarios internacionales para hablar sobre paz, violencia de género y la importancia de que los gobiernos del mundo escuchen e incluyan a los pueblos étnicos.

“Es necesario que se tenga en cuenta a las víctimas de violencia de género de las últimas tres décadas; ellas han sufrido diversos tipos de violencia y escenarios donde se vulneró su vida, su familia y su dignidad”, aseguró a este diario.

Lucila Marcela Restrepo, desde el resguardo indígena Hermeregildo Chakiama en Ciudad Bolívar (Antioquia), se ha convertido en una defensora de la justicia étnica. Junto a otras seis lideresas, ha enfrentado la violencia de género en un territorio donde históricamente ha habido maltrato, insultos, humillaciones, hostigamientos y violaciones.

“Yo soy diplomada en género, generación y familia. La mayoría de las compañeras también se han capacitado. Allí, aprendemos muchas cosas sobre el maltrato, las violaciones. Entonces de lo que aprendemos, una viene a multiplicarlo con las compañeras para que no sean violentadas y cómo pueden denunciar”, explica Restrepo. Además de ser lideresa, es coordinadora del grupo de mujeres en el resguardo y ha ejercido como fiscal desde la Jurisdicción Especial Indígena.

En 2001, junto con otras mujeres que llevaban décadas sobreviviendo a la violencia de género y la impunidad, se organizó y decidió que su activismo estaría dedicado a no permitir que lo que sucedía en su territorio se replicara sin consecuencias en otras zonas indígenas de Antioquia. Por ahora, las mujeres del resguardo embera del suroeste antioqueño trabajan para que todas puedan alzar su voz y denunciar. Saben que tienen derechos, aunque algunos de sus compañeros son críticos de la orientación que reciben las mujeres. “Porque cuando una se da cuenta que tiene derechos y que mi pareja me tiene que respetar, el miedo es que ellas tengan herramientas para poderse defender”, explica.

Estas historias de Fany Kuiru, Yalitza Aparicio, Rigoberta Menchú y Lucila Marcela Restrepo son ejemplos de la resiliencia y la fuerza de las mujeres indígenas. A través de su activismo y liderazgo, han logrado avances significativos en la defensa de los derechos de sus comunidades y en la lucha contra la violencia de género. Sus voces son un recordatorio de las tareas pendientes que el Estado y la sociedad tienen con ellas.

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