Rodolfo Hernández, el exalcalde de Bucaramanga, Colombia, con 78 años de edad, se ha convertido en una figura prominente en el panorama político y empresarial del país. Su trayectoria, marcada por la ostentación de su riqueza y su éxito en el sector inmobiliario, ofrece una perspectiva única sobre el papel de la fortuna personal en la política colombiana. Hernández, quien disfruta hablar abiertamente sobre sus posesiones, ha mencionado tener al menos cinco propiedades en Miami, además de haber adquirido recientemente un apartamento en Bogotá. Esta disposición para discutir su patrimonio refleja una confianza en cómo su éxito empresarial podría interpretarse como una garantía de integridad política por sus seguidores.
La fortuna de Hernández, estimada en 100 millones de dólares, se distribuye principalmente en bienes raíces, con un 70% de su patrimonio invertido en este sector, según reveló en una entrevista con la revista Bocas. El restante 30% se destina a financiar proyectos de vivienda que él mismo construye y comercializa, lo que subraya su compromiso con el desarrollo inmobiliario. La empresa que Hernández estableció, conocida hoy como HG, fue fundada tras ser despedido de la Secretaría de Obras Públicas de la Gobernación de Santander en los años setenta. Desde entonces, ha jugado un papel crucial en el desarrollo urbano de su ciudad natal, Piedecuesta, y otras áreas, transformando significativamente el paisaje local con estilos de construcción modernos y distintivos.
La investigación realizada por La Silla Vacía destaca que Hernández y su familia poseen más de 370 propiedades, incluyendo terrenos, apartamentos y locales, no solo en Colombia sino también en Florida, a través de la sociedad HG Constructora LLG. Esta expansión internacional demuestra la amplitud de su imperio inmobiliario. Sin embargo, la participación de su hijo, Luis Carlos Hernández, en un intento de cobrar una comisión millonaria por obtener un contrato para la transformación de residuos, plantea preguntas sobre las prácticas empresariales dentro de su conglomerado.
La visión de Hernández sobre Colombia como si fuera una de sus empresas sugiere una mentalidad enfocada en la eficiencia y la gestión, pero también plantea interrogantes sobre cómo se equilibran los intereses empresariales con las responsabilidades políticas. A pesar de las dudas expresadas por su madre, Cecilia Suárez, sobre su ambición política, Hernández ha heredado un fuerte temperamento y se describe a sí mismo como un “trabajador incansable”. Esta combinación de determinación y experiencia empresarial ha resonado con muchos de sus seguidores, quienes ven en su éxito una promesa de cambio y mejora para Colombia.
La carrera de Hernández refleja una intersección compleja entre el mundo empresarial y la política, donde su fortuna y habilidades de gestión se ven tanto como activos como posibles fuentes de conflicto de interés. Su enfoque en el desarrollo inmobiliario, junto con su disposición a invertir en proyectos de vivienda, muestra un compromiso con el crecimiento económico y la mejora de la infraestructura. Sin embargo, la transparencia y la ética en sus operaciones empresariales y políticas siguen siendo aspectos cruciales que el público y los electores deben considerar cuidadosamente.
