José Antonio Bustelo - @DivuLCC Twitter
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El solsticio de invierno es un evento que trasciende la mera astronomía para convertirse en un hito cultural y social. En España, este fenómeno se celebra alrededor del 21 de diciembre, aunque este 2023, el invierno dio inicio el 22 de diciembre a las 4:27 de la madrugada, según datos del Observatorio Astronómico Nacional. En este preciso instante, el Sol atraviesa el trópico de Capricornio, al sur del ecuador celeste, marcando el día más corto del año y el paso del otoño al invierno.

La diferencia entre solsticio y equinoccio es fundamental para comprender el ciclo anual. Mientras que el solsticio se caracteriza por la máxima o mínima declinación angular del Sol respecto al ecuador terrestre, los equinoccios ocurren cuando el Sol se sitúa exactamente sobre el ecuador, generando días y noches de duración casi idéntica. En el solsticio de invierno, el Sol alcanza su máxima declinación Sur, explicando la brevedad del día en el hemisferio norte.

El solsticio de invierno es un punto de inflexión en la dinámica entre la Tierra y el Sol. Con el polo norte terrestre inclinado lejos del Sol, experimentamos el día más corto y la noche más larga. Este fenómeno no solo afecta la duración del día, sino que también tiene implicaciones en la vida cotidiana y en los ciclos naturales.

A medida que la Tierra avanza en su órbita elíptica tras el solsticio, el hemisferio norte se inclina progresivamente hacia el Sol, lo que resulta en un aumento gradual de la duración del día. Este proceso culmina en el solsticio de verano, cuando el día alcanza su máxima extensión.

La variabilidad en la fecha de inicio del invierno se debe a la interacción entre nuestro calendario y la órbita terrestre. En España, el solsticio de invierno trae consigo temperaturas medias de alrededor de 8°C y es la estación más lluviosa en varias regiones, lo que influye en las actividades diarias de sus habitantes.

Este ciclo de variaciones en la luz solar tiene un impacto significativo en el medio ambiente y en los seres vivos, afectando desde las migraciones de aves hasta los hábitos de hibernación y los ciclos de crecimiento de las plantas. En los humanos, estos cambios influyen en la agricultura, el consumo de energía y tienen efectos psicológicos, alterando el estado de ánimo y los ritmos circadianos.

El solsticio de invierno, por tanto, no es solo un evento astronómico, sino también un marcador de los ritmos naturales que dictan el cambio de estaciones y que, a su vez, marcan el ritmo de nuestras vidas. Nos recuerda la sincronía del universo y nuestro lugar en él, preparándonos para acoger los cambios y desafíos que cada nueva estación trae consigo.

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