Brasil enfrenta una crisis ambiental sin precedentes. La peor sequía desde 1950 afecta a más de la mitad del territorio nacional, según el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Catástrofes Naturales (Cemaden). El presidente Luiz Inácio Lula da Silva admitió recientemente que el país “no estaba 100% preparado” para enfrentar esta ola de incendios.
En lo que va de 2024, las llamas han arrasado más de 40,2 millones de hectáreas de vegetación. En los últimos 18 días, se han registrado más de 61.000 focos de incendios en diferentes zonas del país, según datos del Cemaden. Esta situación ocurre en medio de la peor sequía que experimenta Brasil desde 1950, afectando a más de la mitad del territorio nacional.
Amplias zonas de Brasil, que posee más de una décima parte del agua dulce del planeta, están en llamas. Entre las zonas afectadas se encuentran la selva amazónica, los bosques atlánticos y el Pantanal, uno de los mayores humedales del mundo. Además, el humo ha cubierto gran parte de Sudamérica, con cielos ennegrecidos reportados en ciudades como Brasilia y Buenos Aires. En algunas zonas de Brasil se ha reportado “lluvia negra”, con precipitaciones cargadas de hollín.
La ministra de Ambiente de Brasil, Marina Silva, afirmó que estos incendios son “una demostración de la gravedad del cambio climático”, aunque la mayoría son desatados por “manos criminales”. Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), desde principios de año se han identificado 188.623 focos de incendios en Brasil. Esta cifra casi alcanza el total del año pasado, que fue de 189.926 eventos.
La situación en Brasil supera significativamente la ola de incendios forestales en el continente. En los últimos meses, más de 6,7 millones de hectáreas han sido afectadas, una cifra inferior a la registrada en Bolivia (4 millones ha), Paraguay (175.000 ha), Perú (63.000 ha), Argentina (30.000 ha) y Colombia (20.000 ha), según cifras de WWF.
En Brasil, la temporada de incendios suele presentarse en esta época del año, cuando los agricultores realizan quemas de vegetación en medio de un clima seco. Sin embargo, en 2024, las conflagraciones han sido más catastróficas de lo acostumbrado. Según datos del INPE, diez ciudades de las regiones del norte y centro-oeste del país concentran el 20,5% de los incendios desde principios de año. En la Amazonia, el número de fuegos desde principios de mes ya es significativamente superior al de todo septiembre de 2019 (31.412 frente a 19.925), cuando los incendios en la mayor selva tropical del planeta provocaron indignación mundial.
Las cifras de 2024 aún están lejos del récord de 2007 (393.915 focos en todo el año, con un pico mensual de 141.220 en septiembre). Pero esta vez, los incendios ocurren “casi al mismo tiempo en varias regiones de Brasil, lo que dificulta el abordaje del problema”, explicó Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (Ipam).
Los incendios desatados entre junio y agosto en la Amazonía brasileña emitieron 31,5 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂) equivalente, un volumen 60 % superior al registrado en el mismo período del año pasado. Los datos corresponden a un estudio divulgado por el Ipam, que desde 2013 publica anualmente los datos de gases contaminantes en Brasil. Según la organización, el volumen de emisiones en el bioma en tres meses es casi el mismo que Noruega emite en un año.
La Corte Suprema de Brasil defendió esta semana su decisión de levantar los límites fiscales para atender la histórica ola de incendios forestales. El juez del Supremo Tribunal Federal autorizó al gobierno a emitir créditos extraordinarios “sin cálculos de techos ni metas fiscales, exclusivamente” para combatir el fuego, que ha arrasado un área similar a Paraguay.
¿A qué se deben los incendios? “Influye el cambio climático, conjugado con el fenómeno de El Niño”. Esto favorece que “el país viva un período de sequía prolongada desde junio del año pasado”, explicó Suely Araujo, coordinadora de políticas públicas del Observatorio del Clima. En estas condiciones de sequía extrema, “para que un incendio se propague basta una chispa, pero esa chispa la enciende un ser humano”, señala Alencar. Se estima que la mayoría de estos incendios tienen un origen delictivo. Uno de los casos más comunes es el de los ganaderos que utilizan las quemas para limpiar los pastos. Normalmente, esta práctica tradicional únicamente se permite previa autorización del estado en el que se encuentran las tierras. La crisis actual llevó a su prohibición absoluta en todo el país.
Con la sequía, un incendio que debería quedar acotado escapa del control del agricultor que lo provocó, con consecuencias catastróficas. Por último, hay un perfil más difícil de precisar: el individuo que, por motivaciones aún por determinar, busca “sembrar el caos”, según el director de la Policía Federal encargado del Medio Ambiente, Humberto Freire. “Algunas personas utilizan el fuego como un arma, cometiendo delitos para apropiarse de tierras o para llamar la atención”, resume Alencar.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva admitió el martes que Brasil “no estaba 100% preparado” para hacer frente a esta ola de incendios, antes de liberar 514 millones de reales (93 millones de dólares) para la respuesta. “No estábamos 100% preparados. Hay muy pocos estados con defensa civil, bomberos y brigadas contra incendios. Casi nadie los tiene”, indicó Lula en una reunión con los jefes de los tres poderes en Brasilia.
“Si tienes incendios provocados por el hombre y no actúas para detenerlos, las tierras seguirán ardiendo hasta que llueva. Y la previsión es que la sequía dure hasta octubre”, advierte Karla Longo, investigadora del INPE. “Se supone que la temporada de lluvias comienza en la segunda quincena de octubre (…), pero es posible que se retrase dada la excesiva sequedad del suelo y las condiciones de baja humedad atmosférica”, advierte Ricardo de Camargo, profesor de meteorología de la Universidad de Sao Paulo.
La crisis de incendios en Brasil es un reflejo de la complejidad del cambio climático y la interacción humana con el medio ambiente. La combinación de factores naturales y humanos ha creado una tormenta perfecta que amenaza no solo a Brasil, sino a todo el planeta.