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En la víspera de una nueva cumbre climática global, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha encendido las alarmas sobre la producción de combustibles fósiles. Este documento, elaborado con la colaboración de expertos de renombradas instituciones, pone de manifiesto una preocupante discrepancia entre las proyecciones de producción de combustibles fósiles y los objetivos climáticos que la comunidad internacional se comprometió a perseguir en el Acuerdo de París de 2015.

La COP 28, que se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos, un país cuya economía está fuertemente ligada al petróleo, se perfila como un escenario crítico para abordar esta cuestión. Ploy Achakulwisut, científica del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo (SEI) y autora principal del informe, subrayó en conferencia de prensa la necesidad de que los países se comprometan a una eliminación gradual de los combustibles fósiles para no rebasar el umbral de 1.5°C de aumento en la temperatura global.

El Acuerdo de París estableció como meta mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2°C respecto a los niveles preindustriales, esforzándose por no superar los 1.5°C. Sin embargo, el informe revela que los planes actuales de producción de combustibles fósiles superan en más del doble lo que sería compatible con el límite de 1.5°C. Incluso para el objetivo menos ambicioso de 2°C, la producción prevista excede en un 69% lo que sería coherente.

El análisis se centró en los 20 principales productores de combustibles fósiles, que juntos representan el 82% de la producción mundial y el 73% del consumo. Entre ellos se encuentran potencias como Australia, China, Noruega, Qatar, Gran Bretaña, los Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos. A pesar de que 17 de estos países han declarado su intención de alcanzar emisiones netas cero, la mayoría sigue fomentando y planificando la expansión de la producción de carbón, petróleo y gas.

El contraste entre los compromisos climáticos y las acciones concretas es evidente. Ninguno de los países analizados ha establecido planes para reducir la producción de combustibles fósiles en línea con el objetivo de 1.5°C. Además, el apoyo continuo a través de subsidios y políticas de promoción contradice los esfuerzos por mitigar el cambio climático.

Este panorama plantea un desafío comunicativo de gran envergadura. Por un lado, es esencial transmitir la urgencia de la situación y la necesidad de acciones inmediatas y decisivas. Por otro, es crucial fomentar un diálogo constructivo que permita a los países productores de combustibles fósiles encontrar vías de transición hacia economías más sostenibles sin comprometer su desarrollo.

La COP 28 se presenta como una oportunidad para que los líderes mundiales aborden estas discrepancias y establezcan un camino claro hacia la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles. El informe del PNUMA, junto con el conocimiento aportado por el SEI, el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, E3G y Climate Analytics, proporciona una base sólida para las negociaciones.

La comunicación de estos hallazgos debe ser clara, directa y adaptada a un público amplio, para que la gravedad de la situación y la necesidad de un cambio de rumbo sean comprendidos por todos. La transición energética no es solo una cuestión técnica o económica, sino también social y política, y requiere del compromiso de todos los sectores de la sociedad.

En resumen, el informe del PNUMA es un llamado a la acción que no puede ser ignorado. Con la COP 28 en el horizonte, el mundo tiene la oportunidad de reafirmar su compromiso con el futuro del planeta y tomar medidas concretas para evitar las consecuencias más devastadoras del cambio climático. La narrativa que se construya en torno a estos hechos será determinante para movilizar la voluntad política y social necesaria para enfrentar uno de los mayores desafíos de nuestra época.

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