Hace un año, el mundo se vio conmovido por la historia de supervivencia de cuatro menores de edad indígenas del Guaviare, quienes tras un trágico accidente aéreo, lograron sobrevivir durante 40 días en la densa selva del Caquetá. Este evento no solo puso a prueba la resistencia y el ingenio humano frente a las adversidades más extremas, sino que también destacó la importancia de la solidaridad, tanto de las comunidades indígenas como de las autoridades, en los esfuerzos de búsqueda y rescate.
El accidente ocurrió poco después del despegue, cuando la avioneta tipo Cessna HK2803, que transportaba a los niños junto a su madre, un líder comunitario y el piloto, sufrió una falla en el motor. Según el informe preliminar de la Aeronáutica Civil, una fractura en el pistón No. 5 provocó la pérdida de potencia, llevando al piloto a intentar un aterrizaje de emergencia que terminó en un desastre. Es crucial señalar que el motor en cuestión era el mismo que había sido utilizado en un accidente previo en 2021, lo que plantea serias preguntas sobre las inspecciones y decisiones tomadas por la casa fabricante y las autoridades de aviación para permitir su uso continuo.
Antes del despegue, ya se habían presentado señales de advertencia. Lesly Mucutuy, la mayor de los niños, recordó dificultades para arrancar el motor y cambios bruscos de altura una vez en el aire. Estos detalles, sumados a la decisión del piloto de desabrochar los cinturones y prepararse para un aterrizaje sobre el agua, pintan un cuadro de una situación desesperada que culminó en la caída de la aeronave.
Tras el accidente, los niños se encontraron solos en una de las selvas más densas y peligrosas del mundo. Su supervivencia se basó en el uso ingenioso de los recursos disponibles: desde alimentarse de copoazú y agua potable encontrada en la avioneta, hasta crear refugios con hojas de platanillo y emplear gasas para detener el sangrado de Lesly. La decisión de abandonar el sitio del accidente en busca de agua y alimentos refleja un instinto de supervivencia impresionante, especialmente considerando la edad y las condiciones físicas de los menores.
La narrativa de estos 40 días en la selva es una de resiliencia y coraje. A pesar de las heridas, la humedad constante, la imposibilidad de hacer fuego y la necesidad de comer pescado crudo, los niños perseveraron. Su regreso accidental al lugar del accidente y la decisión de permanecer en un punto fijo tras encontrar un volante de búsqueda son testimonios de su capacidad para adaptarse y tomar decisiones críticas en circunstancias extremas.
Este relato no solo destaca la fortaleza de los niños, sino también la de las comunidades indígenas y las autoridades que no cesaron en su búsqueda. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre la seguridad aérea y la necesidad de revisar y reforzar los protocolos de inspección y mantenimiento de las aeronaves, especialmente en regiones remotas donde el transporte aéreo es vital.
La historia de estos cuatro niños es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de la preparación, la respuesta comunitaria y la resiliencia frente a las adversidades. Mientras celebramos su supervivencia, también debemos reflexionar sobre las lecciones aprendidas y cómo aplicarlas para prevenir futuras tragedias y mejorar los sistemas de seguridad y respuesta en situaciones de emergencia.