En la fría mañana del martes 2 de enero de 2024, el aeropuerto Haneda de Tokio se convirtió en el escenario de una tragedia aérea que conmocionó a Japón y al mundo entero. Un avión de Japan Airlines, identificado como el vuelo JAL-516, colisionó en la pista con una aeronave del servicio de guardacostas japonés, desatando un incendio que cobró la vida de cinco personas y puso en riesgo a cientos de pasajeros.
El siniestro, que dejó un saldo de cinco muertos, ocurrió cuando el Airbus A-350 de Japan Airlines, procedente del aeropuerto Shin Chitose cerca de Sapporo, realizaba una maniobra de aterrizaje. Según el ministro de Transporte, Tetsuo Saito, las 379 personas a bordo del vuelo de Japan Airlines lograron evacuar la aeronave antes de que las llamas la consumieran por completo. Por otro lado, la Guardia Costera de Japón informó que su piloto pudo escapar, pero lamentablemente cinco de sus tripulantes no sobrevivieron.
Las imágenes transmitidas por la televisión local mostraban una escena dantesca: el avión de pasajeros con fuego y humo emergiendo de un costado mientras se desplazaba por la pista, y posteriormente, el área alrededor del ala envuelta en llamas. Una hora después, el fuselaje estaba totalmente en llamas. Los bomberos trabajaron arduamente para extinguir el fuego, que finalmente fue sofocado seis horas después del inicio del siniestro.
El portavoz de la Guardia Costera, Yoshinori Yanagishima, confirmó la colisión entre el jet de pasajeros y su vuelo MA-722, un Bombardier Dash-8. El avión del servicio de guardacostas tenía como destino la ciudad de Niigata, donde llevaría suministros a los afectados por un letal terremoto que había sacudido la región el día anterior, dejando al menos 55 muertos.
Anton Deibe, un joven pasajero sueco de 17 años, relató al periódico Aftonbladet cómo la cabina se llenó de humo en cuestión de minutos, describiendo la situación como un “infierno” y destacando el caos que se vivió durante la evacuación. La experiencia vivida por Deibe y su familia refleja el pánico y la desesperación de los pasajeros en su lucha por sobrevivir.
El director ejecutivo de Japan Airlines, Tadayuki Tsutsumi, ofreció una conferencia de prensa esa misma noche, indicando que el A350 estaba realizando una “entrada y aterrizaje normal” en la pista. Sin embargo, no se especificaron los detalles de cómo se produjo la colisión con el avión de la guardia costera. Noriyuki Aoki, también director ejecutivo de JAL, señaló que la aerolínea había recibido permiso para aterrizar de los funcionarios de control de aviación.
La policía, según informes de la televisión NHK, investigará el accidente bajo sospecha de negligencia profesional. Este suceso pone de manifiesto los riesgos inherentes a la aviación y la importancia de los protocolos de seguridad.
Haneda, uno de los aeropuertos más transitados de Japón, es un punto neurálgico para los viajes durante el feriado del Año Nuevo, lo que aumenta la relevancia de este accidente en términos de impacto social y mediático. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo expresó su solidaridad a través de la red social X, mencionando que “los últimos dos días han sido difíciles para Japón”, en referencia al terremoto y al accidente aéreo.
Este incidente no solo representa una tragedia humana por la pérdida de vidas, sino que también plantea interrogantes sobre la seguridad aérea y los procedimientos de emergencia. La coordinación entre las aeronaves y los servicios de control de tráfico aéreo es crucial para prevenir accidentes, y este evento subraya la necesidad de revisar y fortalecer dichos protocolos.
La comunidad internacional, con los ojos puestos en Japón, espera respuestas y medidas que aseguren que tragedias como esta no se repitan. Mientras tanto, las investigaciones continúan, y las familias de las víctimas buscan consuelo en medio del duelo. Este accidente aéreo en Haneda quedará marcado en la memoria colectiva como un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida y la imperiosa necesidad de salvaguardarla en todas las esferas de la actividad humana.
