Desde el jueves 1 de febrero, el Reino Unido ha tomado una decisión contundente en su legislación sobre la tenencia de mascotas, específicamente dirigida a los perros de la raza American Bully. Esta medida, anunciada inicialmente en septiembre y posteriormente aprobada por el Gobierno británico en octubre, surge como una respuesta directa al alarmante incremento de ataques mortales perpetrados por individuos de esta raza. La ley que prohíbe la posesión de American Bully ha sido oficialmente implementada en Inglaterra y Gales, marcando un precedente significativo en la regulación de razas caninas consideradas peligrosas.
La implementación de esta ley no ha sido una decisión arbitraria. Se basa en una serie de incidentes preocupantes, incluido el trágico caso de un niño de 10 años que perdió la vida en 2021, víctima de un ataque brutal por un American Bully en Gales. Este y otros ataques similares han encendido las alarmas sobre la seguridad pública y la necesidad de tomar medidas preventivas. En este contexto, el gobierno ha establecido un periodo de tiempo durante el cual los propietarios actuales de estos perros debían registrar a sus animales. Hasta la fecha, se han registrado aproximadamente 30.000 American Bully, aunque se sospecha que la cifra real de estos perros en el país podría ser mucho mayor.
La nueva legislación impone condiciones estrictas a los propietarios que han cumplido con el proceso de registro. Se les exige castrar a sus perros, y solo se les permite llevarlos en público con correa y bozal. Estas medidas buscan minimizar los riesgos de ataques, enfocándose en la seguridad de la comunidad. Sin embargo, aquellos propietarios que no hayan cumplido con la disposición de registro se enfrentan a una decisión dolorosa: deben someter a sus animales a la supresión, en colaboración con un veterinario. Esta medida ha generado un debate considerable sobre el bienestar animal y los derechos de los propietarios.
La inclusión del American Bully en la lista de perros prohibidos por la Dangerous Dogs Act refleja la determinación del gobierno británico de abordar el problema de la agresividad en ciertas razas caninas. La prohibición abarca no solo la posesión, sino también la venta, cría, abandono o regalo de estos animales. Esta decisión legislativa representa un esfuerzo por prevenir futuros incidentes y garantizar la seguridad pública, pero también plantea preguntas importantes sobre la efectividad de tales prohibiciones y las alternativas para manejar razas de perros consideradas peligrosas.
La situación del American Bully en el Reino Unido pone de relieve la complejidad de las relaciones entre humanos y animales, especialmente cuando se trata de razas caninas con potencial para la agresividad. Mientras que la seguridad pública es de suma importancia, la implementación de esta ley también invita a una reflexión sobre cómo las sociedades eligen regular y controlar a las poblaciones animales dentro de sus fronteras. La medida adoptada por el Reino Unido podría servir como un caso de estudio para otros países que enfrentan desafíos similares, ofreciendo lecciones tanto sobre las estrategias efectivas como sobre las consecuencias no intencionadas de tales políticas.
En última instancia, la prohibición del American Bully en el Reino Unido es un recordatorio de que la convivencia entre humanos y animales domésticos requiere de un equilibrio delicado. La seguridad, el bienestar animal y los derechos de los propietarios deben ser considerados cuidadosamente para crear un entorno en el que tanto las personas como los animales puedan prosperar. A medida que avanzamos, es crucial que las decisiones políticas se basen en evidencia sólida, compasión y un compromiso con el bienestar de todas las partes involucradas.