Arley Muñoz - @Arleymsarmiento Twitter
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La preservación de la biodiversidad se ha convertido en una problemática global ante la creciente amenaza de la pérdida de los ecosistemas nativos y la extinción de especies. La protección del medio ambiente pasó de ser una preocupación a una prioridad. A medida que los entornos naturales enfrentan presiones como la deforestación, la contaminación, el cambio climático y la expansión urbana, se incrementan los desastres naturales y crecen las necesidades para millones de seres humanos. En este sentido, es esencial adoptar un enfoque integral que considere las necesidades ambientales y las condiciones sociales de las comunidades con proyectos de intervención integral, sostenibles y efectivos en el largo plazo.

Precisamente, en esta línea, surgió hace ocho años el programa Conservamos la Vida, de la Fundación Grupo Argos en alianza con Wildlife Conservation Society (WCS), Parques Nacionales Naturales, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca y Smurfit Kappa. Esta iniciativa tiene como propósito proteger y preservar la vida del oso andino (Tremarctos ornatus) y su hábitat en el Cauca, Chocó, Risaralda y Valle del Cauca.

El oso andino, también conocido como oso de anteojos o “guardián del agua”, es una especie crucial para el ecosistema de los Andes. Desempeña roles ecológicos vitales como dispersor de semillas y polinizador, ya que consume frutos y flores de diversos árboles y plantas. Además, contribuye a la regeneración de los bosques al alimentarse de brotes jóvenes de bromelias y orquídeas, y regula las poblaciones de insectos y pequeños mamíferos. Sin embargo, enfrenta múltiples amenazas que ponen en peligro su supervivencia.

La principal amenaza es la pérdida y fragmentación de su hábitat natural debido a la expansión de actividades productivas como la agricultura y la ganadería. Además, la caza ilegal, los conflictos con humanos y el cambio climático que afecta los páramos y bosques andinos han agravado su situación. A pesar de su naturaleza esquiva y tímida y la ausencia de registros de ataques contra humanos, en el país aún existe la percepción de que es peligroso. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el oso de anteojos está clasificado como una especie vulnerable.

La alianza Conservamos la Vida consiste en la protección del hábitat del oso andino desarrollando dos líneas de trabajo: (i) estrategias para evitar el conflicto entre el oso y las comunidades campesinas; (ii) acciones para cuidar su entorno a través de la conservación de la zona boscosa, la restauración ecológica, el desarrollo de proyectos productivos sostenibles y procesos de educación ambiental.

Frente al desafío de la deforestación y la pérdida de su hábitat, el oso andino tiende a buscar refugio en las fincas cercanas, generando conflictos con las comunidades. Como respuesta, y debido a la falta de información sobre la especie, algunos residentes intentan capturar o cazar a los osos. Estos son precisamente los conflictos que busca abordar el programa educando a las comunidades sobre la importancia de la especie y fomentando prácticas y proyectos adicionales que representen una alternativa productiva y rentable para las familias.

Con el programa, los campesinos han liberado áreas de sus terrenos y las han destinado exclusivamente a la conservación. Esto ha posibilitado la implementación de procesos de restauración activa mediante la siembra de árboles y convertir los predios en corredores biológicos que le dan al oso andino más espacio para desplazarse y reproducirse. Los agricultores y ganaderos reciben insumos agrícolas, materiales para hacer siembras y bancos de forraje para el ganado. Adicionalmente, la Fundación Grupo Argos los apoya en la construcción de pozos sépticos, zonas para ordeño o establos.

A la fecha, Conservamos la Vida ha logrado la firma de 77 acuerdos de conservación que aportan al cuidado de más de 7.500 hectáreas de bosque y el crecimiento en el porcentaje de ocupación de esta especie, pasando de 52% a 76% en los territorios donde tiene influencia. Este proyecto ha sido reconocido como una de las mejores alianzas público-privadas del mundo, ubicándose dentro de los cinco finalistas del premio P3 Impact de Concordia, la Universidad de Virginia y la oficina de los Estados Unidos para las Alianzas Globales.

Un ejemplo concreto de los beneficios de este programa es el Café Oso Andino. Se trata de un producto cultivado en la cordillera oriental de Colombia, que se deriva del proceso social y ambiental de Conservamos la Vida y que se desarrolla con la colaboración de 10 familias rurales del Águila, Valle del Cauca. Estas familias han destinado algunas áreas de sus predios para la conservación de la especie. A cambio, reciben herramientas y recursos para el mejoramiento de sus actividades productivas y asesorías para la producción y comercialización del café, obteniendo así ingresos adicionales que les permiten mejorar su calidad de vida.

Con este producto, los colombianos pueden degustar un café de alta calidad, apoyar a los productores y aportar a la conservación de la especie y los bosques que conforman su ecosistema.

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