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Las ballenas de diente de pala son las más raras del mundo. No se ha registrado ningún avistamiento con vida. Nadie sabe cuántas hay, qué comen, ni siquiera dónde viven en la vasta extensión del Océano Pacífico meridional.

Sin embargo, es posible que los científicos neozelandeses hayan dado por fin un paso adelante. La agencia de conservación del país declaró este lunes que se cree que una criatura que apareció este mes en una playa de la Isla Sur podría ser una ballena con dientes de pala.

La criatura, de cinco metros de largo y un tipo de ballena picuda, fue identificada tras llegar a una playa de Otago por sus patrones de color y la forma de su cráneo, pico y dientes. “Sabemos muy poco, prácticamente nada” sobre las criaturas, dijo Hannah Hendriks, asesora técnica marina del Departamento de Conservación.

“Si se confirma que el cetáceo es la escurridiza ballena con dientes de pala, sería el primer ejemplar hallado en un estado que permitiría a los científicos diseccionarla, lo que les ayudaría a trazar la relación de la ballena con las otras pocas de la especie encontradas, saber lo que come y tal vez obtener pistas sobre su lugar de residencia”, ha declarado la asesora.

Según Hendriks, sólo se han localizado otras seis ballenas con dientes de pala. Las que se encontraron intactas en las playas de la Isla Norte de Nueva Zelanda fueron enterradas antes de que las pruebas de ADN pudieran verificar su identificación, lo que frustró cualquier posibilidad de estudiarlas.

En esta ocasión, la ballena varada fue rápidamente transportada a un almacén frigorífico. Los investigadores trabajarán con las iwi (tribus) maoríes locales para planificar cómo será examinada, dijo la agencia de conservación. Los indígenas de Nueva Zelanda consideran las ballenas un taonga -un tesoro sagrado- de importancia cultural.

En abril, los líderes indígenas del Pacífico firmaron un tratado que reconoce a las ballenas como ‘personas jurídicas’. Aunque tal declaración no se refleja en las leyes de las naciones participantes.

Según Hendriks, estas criaturas se sumergen en busca de alimento. Es probable que salgan a la superficie tan raramente que ha sido imposible acotar su ubicación más allá del sur del océano Pacífico, donde se encuentran algunas de las fosas oceánicas más profundas del mundo.

“Es muy difícil investigar sobre mamíferos marinos si no los ves en el mar”, afirmó. “Es como buscar una aguja en un pajar”.

Kirsten Young, profesora de la Universidad de Exeter que ha estudiado los rorcuales comunes, declaró en un correo electrónico que la identificación de estos mamíferos ‘increíblemente crípticos’ ha “llevado muchos años y un enorme esfuerzo por parte de los investigadores y la población local”, explica Young.

Los primeros huesos de ballena con dientes de pala se encontraron en 1872 en la isla neozelandesa de Pitt. En la década de 1950 se descubrió otro en una isla de alta mar, y en 1986 se hallaron los huesos de un tercero en la isla Robinson Crusoe de Chile.

En 2002, la secuenciación del ADN demostró que los tres ejemplares pertenecían a la misma especie y que era distinta de otros zifios. Sin embargo, los investigadores no pudieron confirmar si la especie se había extinguido.

En 2010, dos zifios enteros, ambos muertos, aparecieron en una playa de Nueva Zelanda. Aunque en un principio se las confundió con uno de los otros 13 tipos de zifios más comunes en Nueva Zelanda, las muestras de tejido tomadas antes de enterrarlas revelaron más tarde que se trataba de la enigmática especie.

Nueva Zelanda es un punto caliente de varamientos de ballenas, con más de 5.000 casos registrados desde 1840, según el Departamento de Conservación.

La identificación de la ballena con dientes de pala en la playa de Otago podría ser un hito en la biología marina. Este hallazgo podría abrir nuevas puertas para entender mejor a estas criaturas. La colaboración con las iwi maoríes también subraya la importancia de respetar y trabajar con las comunidades locales en la conservación de la fauna marina.

El descubrimiento de esta ballena podría ser el primer paso para desentrañar los misterios de una especie casi desconocida. La ciencia y la cultura se entrelazan en este esfuerzo, ofreciendo una oportunidad única para aprender y preservar.

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