El primer barco con ayuda humanitaria, operado por la organización Open Arms, ha marcado un hito al llegar a la costa de la Franja de Gaza, abriendo una nueva vía marítima desde el puerto chipriota de Lárnaca. Este evento se produce en un momento crítico, dado que Israel ha impuesto un cerco sobre este territorio desde el 9 de octubre, exacerbando las condiciones ya precarias en las que viven aproximadamente 2,4 millones de gazatíes. La ONU ha advertido sobre el riesgo de hambruna, especialmente en las áreas del norte de Gaza, de difícil acceso, donde residen unas 300.000 personas. A pesar de la llegada de esta ayuda, varias organizaciones no gubernamentales han enfatizado que las entregas marítimas no pueden sustituir la necesidad de asistencia humanitaria por tierra.
La situación en Gaza es desesperada. El movimiento islamista palestino Hamás, que ha gobernado Gaza desde 2007, ha acusado al Ejército israelí de atacar a civiles. Según informes, disparos desde tanques y helicópteros israelíes han resultado en la muerte de al menos 20 personas y han herido a 155 más durante una distribución de harina en la Ciudad de Gaza. El Ejército israelí, por su parte, alega que fueron “palestinos armados” quienes dispararon contra la multitud. Estos eventos subrayan la volatilidad y el peligro constante que enfrentan los residentes de Gaza.
La ayuda humanitaria es crítica. La embarcación de Open Arms transportaba 200 toneladas de alimentos, equivalentes a 300.000 comidas, preparadas por la ONG World Central Kitchen del chef español José Andrés. Aunque este esfuerzo es notable, Erin Gore, presidenta de la organización, ha reconocido que no es suficiente, anunciando planes para un segundo buque con más víveres. Además, se está construyendo un muelle flotante para facilitar la descarga de alimentos, lo que indica un esfuerzo continuo para brindar alivio a los afectados.
Sin embargo, la ayuda por vía marítima enfrenta limitaciones. Organizaciones como Amnistía Internacional y Oxfam, junto con la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, han advertido que estas operaciones no pueden reemplazar las entregas terrestres de ayuda, las cuales son esenciales para satisfacer las necesidades a gran escala de la población de Gaza. La entrega de ayuda por aire y mar, aunque útil, no compensa la escasez de rutas de suministro terrestre, como ha señalado Sigrid Kaag, coordinadora de alto rango humanitario y de reconstrucción de la ONU para el enclave palestino.
El conflicto en la región ha tenido un costo humano devastador. Desde el ataque inicial de Hamás en suelo israelí el 7 de octubre, que resultó en la muerte de aproximadamente 1.160 personas, la mayoría civiles, hasta la respuesta militar de Israel, que ha dejado 31.341 muertos, en su mayoría civiles, según el Ministerio de Salud de Gaza. Además, el secuestro de unas 250 personas por parte de los islamistas, con 130 aún cautivas en la Franja, agrega otra capa de tragedia a la situación.
En medio de este panorama sombrío, los esfuerzos de mediación por parte de Catar, Egipto y Estados Unidos para alcanzar un acuerdo de tregua y liberación de rehenes antes del Ramadán han fracasado. Hamás ha expresado una posición “flexible” sobre un intercambio de rehenes por prisioneros palestinos, pero las demandas han sido consideradas “poco realistas” por la oficina del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. A pesar de esto, Israel planea expandir su operación terrestre a Rafah, lo que podría resultar en más desplazamientos y sufrimiento para la población civil.
Este complejo entramado de necesidades humanitarias, acciones militares y esfuerzos diplomáticos fallidos subraya la urgencia de encontrar soluciones sostenibles y humanitarias para la crisis en Gaza. La comunidad internacional debe intensificar sus esfuerzos para garantizar la entrega segura y regular de ayuda humanitaria, al tiempo que se busca una resolución pacífica al conflicto que respete los derechos y la dignidad de todas las personas involucradas.