En las profundidades de Soacha, Cundinamarca, se ha desenterrado un legado que trasciende el tiempo y el espacio, un testimonio de la rica historia prehispánica de Colombia. El proyecto Nueva Esperanza, llevado a cabo por Empresas Públicas de Medellín (EPM) en colaboración con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), ha revelado un asentamiento indígena que se extendió por más de dos milenios, desde el período Herrera hasta el Muisca Tardío. Este descubrimiento, que se ha convertido en uno de los hallazgos arqueológicos más significativos del país, no solo ha proporcionado una ventana al pasado, sino que también ha generado un diálogo entre la modernidad y la tradición, entre el desarrollo y la conservación.
La magnitud del descubrimiento es abrumadora: 4,8 hectáreas excavadas, 25 toneladas de material arqueológico rescatado y más de 1.700 tumbas que narran historias de vida y muerte, de costumbres y creencias, de estructuras sociales y políticas. La subestación eléctrica Nueva Esperanza, que ahora se erige en este sitio histórico, no solo es un nodo vital para el sistema eléctrico que beneficia a millones en la región centro-oriental de Colombia, sino también un recordatorio de la responsabilidad que conlleva el progreso.
La publicación de la colección A un salto del pasado en Nueva Esperanza, compuesta por dos tomos y editada por los antropólogos Francisco Romano y Alejandra Jaramillo, es un esfuerzo por documentar y compartir este legado. Los volúmenes abordan una variedad de temas que van desde los contextos funerarios y la organización social hasta las prácticas de consumo y las políticas de poder. Cada capítulo es un hilo que teje la compleja red de la vida prehispánica, ofreciendo múltiples perspectivas sobre el acontecer de una comunidad que, aunque desaparecida, sigue resonando en el presente.
La presentación del libro, realizada en la Biblioteca Nacional de Colombia, no fue solo un evento académico, sino también una celebración de la memoria histórica y cultural de la nación. Los asistentes tuvieron la oportunidad de sumergirse en los detalles del trabajo arqueológico, que fue meticulosamente llevado a cabo por un equipo de más de 85 arqueólogos y 120 auxiliares de campo. Este esfuerzo conjunto refleja un compromiso con la preservación del patrimonio que es digno de elogio.
La subestación Nueva Esperanza es un ejemplo de cómo la infraestructura moderna y la arqueología pueden coexistir. La subestación no solo es crucial para la distribución de energía, sino que también se ha convertido en un sitio de aprendizaje y reflexión. La línea de transmisión a 500 mil voltios que llega desde la subestación Bacatá y las cinco líneas a 230 mil voltios, incluyendo la que proviene de la Subestación El Guavio, son testimonio de la interconexión entre el pasado y el futuro.
La colección Arqueología Preventiva AP, a la que pertenece el libro, es una iniciativa que busca dar a conocer los resultados de investigaciones en patrimonio arqueológico. Estos estudios no solo son importantes para los académicos, sino también para el público en general, ya que fomentan una mayor comprensión y aprecio por las raíces culturales de la nación.
El rescate arqueológico, una operación de gran envergadura realizada por el grupo de arqueólogos de «Ingenieros Consultores, INGETEC», bajo la contratación de EPM, es un recordatorio de que cada pala de tierra removida puede revelar capas de nuestra identidad colectiva. La fotografía tomada por Carlos Julio Martínez el viernes 27 de septiembre de 2013, es una ventana a ese momento histórico, un instante congelado en el tiempo que captura el inicio de un viaje a través de la historia.
