John McPhail - @JohnRMcPhail Twitter
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El 11 de octubre, designado como el Día Internacional de la Niña por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es un día para reconocer los derechos de las niñas, promover su empoderamiento y enfrentar los límites y barreras que plantean los estereotipos y la exclusión. Sin embargo, los desafíos siguen siendo considerables, especialmente en Costa Rica, donde los datos continúan preocupando a los investigadores.

El IX Informe del Estado de la Educación reveló que las mujeres reportan niveles más bajos de bienestar psicológico y cognitivo, lo que afecta los resultados en el aprendizaje. Según los estudiosos, existe amplia evidencia científica que demuestra que los factores socioemocionales influyen en la forma en que las personas aprenden y fomentan el desarrollo de la comunicación analítica y los procesos colaborativos.

Estos factores pueden facilitar o convertirse en obstáculos para el compromiso, el éxito académico, la satisfacción general y el desarrollo de hábitos mentales que favorezcan la productividad y el potencial personal. Basándose en los datos recopilados en las pruebas PISA 2018, los expertos analizaron las opiniones de los estudiantes sobre su vida, su compromiso con la escuela y sus metas y aspiraciones para el futuro.

Una vez analizados estos datos, dividieron a los menores en dos grupos: el primero, que representa el 32% de los estudiantes, reportó un nivel de bienestar bajo o medio, mientras que el segundo grupo, que abarca el 68% restante, afirmó tener un nivel alto de bienestar. El grupo de estudiantes con menores niveles de bienestar emocional y cognitivo está compuesto principalmente por mujeres, un 57%, y proviene de hogares con niveles más bajos de capital cultural.

En contraste, la mayoría de los que informan tener altos niveles de bienestar son hombres, un 52%, y provienen de hogares con mayores niveles de capital cultural. Además, el 84% de los hombres expresó estar satisfecho o muy satisfecho con su vida, mientras que solo el 74% de las mujeres lo hizo. Además, el 86% de las mujeres informó experimentar sentimientos negativos con más frecuencia que los hombres, un 70%.

Es particularmente crucial prestar atención a estos desafíos durante la adolescencia, ya que en esta etapa los estudiantes atraviesan una transición clave para su desarrollo físico y emocional. En este sentido, es necesario comprender que el papel de las instituciones educativas va más allá de la formación académica de los estudiantes.

La vida social de los menores, así como su salud física y mental, están estrechamente vinculadas a lo que ocurre en las escuelas y colegios debido, entre otros factores, al tiempo considerable que los estudiantes pasan en los centros de enseñanza. Este llamado a “prestar atención” es fundamental en momentos en que la salud mental de los menores refleja un deterioro como lo evidencian datos del Ministerio de Salud en relación con tentativas de suicidios.

Según estos datos, en los niños y adolescentes de entre 10 y 14 años años, los intentos de suicidio son 2,74 veces más comunes que en el resto de la población. La situación es más grave entre los jóvenes de 15 a 19 años, ya que las tentativas superan en 3,76 veces al promedio nacional.

Cuando se ve la incidencia por sexo, las mujeres son más afectadas que los hombres, tanto en intentos de suicidio como en depresión. Estos intentos en hombres se ven en 35,5 por cada 100.000 varones; mientras que en las mujeres la tasa es de 75,8, es decir 2,1 veces lo visto en los hombres. En cuanto a depresión, las mujeres tienen una tasa de 143,5 casos por cada 100.000, contra 50,4 en los hombres. Es decir, en las mujeres la incidencia es 2,9 veces más que lo visto en los hombres.

Estos datos son alarmantes y requieren una atención inmediata y efectiva. Es necesario implementar políticas y programas que promuevan el bienestar emocional y cognitivo de las niñas y jóvenes mujeres, y que aborden las desigualdades de género en la educación y en la sociedad en general. Además, es fundamental que las instituciones educativas asuman un papel más activo en la promoción de la salud mental de sus estudiantes, y que se les proporcionen los recursos y el apoyo necesarios para hacerlo.

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