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Carolina de Mónaco, hija de Grace Kelly y con 66 años de edad, sigue siendo un referente de elegancia y buen gusto en el mundo de la moda. Desde su infancia, ha sido reconocida como una de las princesas más elegantes, y con el paso del tiempo, ha sabido adaptarse a las tendencias sin perder su sofisticación innata. Esta cualidad parece haber sido heredada por su hija, Carlota Casiraghi.

Hace unos días, una gran representación de la casa real de Mónaco se reunió en el Consejo Nacional del Principado para conmemorar el centenario del nacimiento de Rainiero III. Entre los asistentes se encontraban el príncipe Alberto y Charlene, la princesa Carolina, acompañada por sus hijos Andrea y Carlota, y la princesa Estefanía, que asistió con Louis y Camille.

A pesar de no haber un código de vestimenta establecido para el evento, Carolina de Mónaco destacó como una de las mejor vestidas de la jornada. En esta ocasión, decidió dejar de lado su habitual elección de Chanel y optó por un coqueto vestido de Cèline. Este vestido, con un escote camisero, resultó ser muy favorecedor y rejuvenecedor para la princesa, permitiéndole lucir una zona tan sensual como es el escote.

El vestido, de largo midi, estaba confeccionado en crepè y presentaba un elegante estampado de cuadros negros y grises. Contaba con una cintura ajustable, manga francesa ligeramente abullonada y falda globo, que le sentaba como un guante. Carolina de Mónaco añadió un mini cinturón blanco para realzar aún más su silueta y se calzó unos slingback de Chanel con puntera redondeada y tacón ancho que combinaban el negro y el gris. Estos zapatos, cómodos, elegantes y versátiles, se han convertido en sus favoritos.

El escote camisero es muy popular en el mundo de la moda, ya que funciona visualmente como un marco para el rostro. Por ello, es importante elegir el que más favorezca a cada persona, ya que tiene la capacidad de modificar ópticamente la silueta. En el caso de Carolina de Mónaco, el escote camisero en V que lucía era ideal. El contraste que generaba la solapa blanca sobre el estampado de cuadros del vestido, sumado a la profundidad del escote, ni demasiado bajo ni alto, resultaba perfecto.

El recuerdo a Rainiero III también sirvió para reunir a Charlene y Carolina en tiempo y espacio. Aunque siempre se ha dicho que no se llevan bien, lo cierto es que en los últimos tiempos sus apariciones conjuntas se han multiplicado. Carolina mantiene un vínculo muy especial con su hermano Alberto, al que recurre siempre que tiene un problema tanto personal como profesional. Esto ha obligado a Charlene a echarse a un lado y enterrar el hacha de guerra. Sin embargo, su decisión de no asistir al tradicional Baile de la Rosa es firme e inamovible.

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