En un giro inesperado que ha sacudido el tablero político estadounidense, Ron DeSantis, el gobernador de Florida y hasta hace poco aspirante a la nominación presidencial del Partido Republicano, ha decidido retirarse de la contienda electoral. Este anuncio, realizado el domingo, pone fin a las especulaciones y rumores que habían estado circulando con fuerza desde las primeras horas de ese día, cuando se reportó que su equipo estaba evaluando la situación tras los resultados de los caucus de Iowa.
El impacto de Iowa en la decisión de DeSantis no puede ser subestimado. En esta crucial “prueba de fuego”, Donald Trump, el expresidente y figura polarizante de la política estadounidense, obtuvo un contundente 51% de los votos, asegurándose 20 delegados. DeSantis, por su parte, solo logró captar el 21,2% de los votos, lo que se tradujo en 8 delegados, quedando por detrás de Nikki Haley, quien obtuvo el 19,1% y 7 delegados. Estos números no solo reflejaron el liderazgo de Trump entre los republicanos, sino que también confirmaron las tendencias que venían mostrando las encuestas en los meses previos, las cuales anticipaban una victoria clara para el exmandatario.
Ante este escenario, DeSantis reconoció la realidad de su situación y, con una actitud pragmática, decidió abandonar la carrera. En un mensaje en video difundido a través de las redes sociales de su campaña, DeSantis expresó: “Si no tenemos un camino claro hacia la victoria, no podremos lograrlo”. Además, hizo hincapié en que la mayoría de los votantes de las primarias republicanas parecen dispuestos a darle a Trump otra oportunidad, citando la resistencia que enfrentó durante su presidencia y cómo los demócratas han utilizado la ley para atacarlo.
A pesar de haber tenido desacuerdos con Trump en el pasado, DeSantis confirmó que cumpliría con el requisito del Comité Nacional Republicano (RNC) y firmaría el documento para apoyar al candidato republicano en las elecciones presidenciales de 2024. Este gesto fue agradecido por el equipo de campaña de Trump, que emitió un comunicado instando a la unidad republicana para derrotar al “corrupto Joe Biden” y poner fin a su “desastrosa presidencia”.
La retirada de DeSantis ha generado un debate sobre qué pudo haber fallado en su campaña. Gina Montaner, analista política, sugirió que DeSantis, a pesar de su imagen de “hombre fuerte” en Florida, no logró mantener el impulso necesario. Fernando Godo, experto en campañas políticas, señaló que Trump siempre fue el favorito y que el equipo de DeSantis probablemente subestimó este hecho. Godo también opinó que DeSantis cometió un error al postularse en estos comicios en lugar de esperar hasta 2028, cuando podría haber preparado una campaña más sólida.
Thomas Kennedy, otro analista político, criticó la estrategia de DeSantis de intentar posicionarse como una versión más dura de Trump, lo cual, según él, no resonó con los votantes. Además, Kennedy y Godo coincidieron en que DeSantis debería haber sido más auténtico y centrarse en los problemas reales de los floridanos, como la crisis del mercado de seguros de propiedad y la asequibilidad de la vivienda, en lugar de enfocarse en sus aspiraciones presidenciales.
Las políticas ultraconservadoras de DeSantis, como la ley “No digas gay” y la ley SB 1718, también fueron objeto de críticas. Estas iniciativas legislativas, consideradas controversiales, han generado división y han podido influir en la percepción del gobernador entre los votantes.
Con la salida de DeSantis, la carrera republicana se reduce a Trump y Nikki Haley. Los analistas anticipan que Haley podría recibir más apoyo en las primarias de Nuevo Hampshire que en Iowa, pero no lo suficiente como para cambiar la dinámica de la contienda. Luis Atencio, otro analista, sugiere que Haley podría tener una oportunidad si Trump se ve impedido de participar por razones legales.
Mientras tanto, el Partido Demócrata ha reaccionado a la suspensión de la campaña de DeSantis. Nikki Fried, presidenta de la organización política en Florida, describió la campaña de DeSantis con una metáfora despectiva, enfatizando que su obsesión con la presidencia ha tenido consecuencias negativas para el estado, desde la crisis de seguros de propiedad hasta las repercusiones de sus “guerras culturales”.
