torre eiffel
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La Torre Eiffel, diseñada por Gustave Eiffel, se erige como un símbolo francés de renombre mundial. Originalmente, su presencia en la ciudad de París estaba destinada a ser efímera, adornando la Exposición Universal de 1889. Sin embargo, su imponente estructura de más de 300 metros de altura no fue recibida con agrado por todos los parisinos de la época. La describían como un “enorme monstruo metálico” que proyectaba su sombra sobre el río Sena y la conocida como ciudad de las luces.

A pesar de la resistencia local, la percepción internacional difería significativamente. Desde Londres, la torre no era meramente una construcción de hierro, sino que se vislumbraba como un futuro símbolo único de la modernidad y el progreso. Este reconocimiento externo no pasó desapercibido para los ingleses, quienes sintieron la necesidad de crear su propio ícono arquitectónico que pudiera competir con la majestuosidad de la Torre Eiffel.

En aquel entonces, París se perfilaba como la capital del mundo, un epicentro de la política, la filosofía y el arte. La construcción de la Torre Eiffel solo reforzó esta imagen, provocando cierta envidia en Londres, que no quería quedarse atrás en esta carrera por la atención global. Según relata Chaz Hutton en su cuenta de Twitter, la respuesta británica no se hizo esperar y pronto se gestó la idea de construir una torre aún más grandiosa.

En 1890, The Tower Company Ltd. lanzó un concurso que invitaba a arquitectos de todo el mundo a diseñar la “Gran Torre de Londres”. El ambicioso proyecto no solo aspiraba a superar en altura a su contraparte francesa, sino que también planeaba incluir una variedad de atracciones como restaurantes, un teatro, baños turcos, jardines y hasta laboratorios. La torre se ubicaría en Wembley Park, donde hoy se alza el famoso estadio de fútbol.

Casi 70 propuestas llegaron de rincones tan diversos como Estados Unidos, Alemania, Australia, Suecia, Austria, Turquía y Canadá. El diseño ganador fue el de los arquitectos Stewart, Maclaren y Dunn, y pronto se iniciaron las obras. La base de la torre comenzó a tomar forma, pero la falta de apoyo público y financiero pronto frenó el avance de la construcción. Finalmente, el proyecto fue abandonado, dejando tras de sí solo los cimientos de lo que pudo haber sido una estructura icónica.

La ambición de Londres de eclipsar a la Torre Eiffel tuvo que ser ajustada. En su lugar, en 1894, se erigió la Torre de Blackpool en Lancashire. Aunque esta torre, con sus 158 metros de altura, imita varios detalles de la estructura parisina, nunca alcanzó la fama de su inspiración francesa. A pesar de atraer un número considerable de visitantes cada año, la Torre de Blackpool no logró capturar la imaginación del mundo de la misma manera que la Torre Eiffel lo hizo y continúa haciendo hasta nuestros días.

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