En el corazón de la industria tecnológica y aeroespacial, una serie de acusaciones han surgido, envolviendo al visionario Elon Musk en una controversia que podría tener implicaciones significativas para sus empresas y para él mismo. Según una investigación publicada por ‘The Wall Street Journal’, el multimillonario ha sido acusado por empleados de consumir drogas de manera recurrente, incluyendo sustancias como LSD, cocaína, éxtasis, hongos psicodélicos y ketamina. Estas afirmaciones, provenientes de fuentes anónimas, describen un patrón de comportamiento que, de ser cierto, podría poner en riesgo no solo la salud de Musk sino también la estabilidad de sus empresas y los proyectos que lideran.
El reportaje del diario estadounidense detalla varios incidentes específicos, como el consumo de ácido en una fiesta en Los Ángeles en 2018 y el uso de hongos mágicos en México al año siguiente. Además, se menciona una ocasión en 2021 en la que Musk habría consumido ketamina recreativamente con su hermano en Miami. Estos eventos, según el artículo, han generado preocupación entre ejecutivos y miembros de la junta directiva de Tesla y SpaceX, quienes temen las posibles repercusiones en la marcha de los negocios.
La preocupación no es infundada, ya que el consumo de drogas no solo podría afectar la toma de decisiones y el liderazgo de Musk, sino que también representa una violación de las políticas federales. Esto último es particularmente alarmante, considerando los miles de millones de dólares en contratos gubernamentales que SpaceX mantiene, así como su papel crucial en el programa espacial estadounidense. La posibilidad de que estas acusaciones puedan comprometer la financiación y los empleos asociados a estas empresas es una perspectiva que no puede ser ignorada.
Frente a estas acusaciones, Elon Musk ha negado categóricamente el consumo de drogas. A través de su plataforma de comunicación preferida, Twitter, Musk ha afirmado que, tras un incidente en 2018 donde fumó marihuana en un programa en directo, accedió a someterse a tres años de pruebas de drogas aleatorias solicitadas por la NASA, las cuales, según él, resultaron negativas. Alex Spiro, abogado de Musk, respalda esta declaración, asegurando que las pruebas de drogas regulares en SpaceX nunca han indicado un resultado positivo.
Sin embargo, el comportamiento de Musk ha sido descrito en ocasiones como errático, lo que ha generado especulaciones sobre las causas subyacentes. Incidentes como llegar tarde a reuniones importantes o comportamientos inusuales en eventos públicos han alimentado la narrativa de que el consumo de drogas podría estar influyendo en su conducta. Un ejemplo citado por ‘The Wall Street Journal’ es un evento de SpaceX donde Musk se mostró “desquiciado” y causó “vergüenza ajena”, hasta el punto de ser reemplazado por Gwynne Shotwell, presidenta de la empresa.
La situación se complica aún más con la revelación de que Linda Johnson Rice, exdirectora de Tesla, decidió no presentarse a la reelección para la junta directiva en 2019, frustrada por el comportamiento volátil de Musk y sus preocupaciones sobre su posible consumo de drogas. Este tipo de decisiones por parte de altos ejecutivos refleja la seriedad con la que se están tomando estas acusaciones dentro de las propias filas de las empresas de Musk.
La narrativa que se despliega ante nosotros es compleja y multifacética. Por un lado, tenemos a un líder empresarial cuyas ambiciones y logros han capturado la imaginación del mundo, y por otro, acusaciones que amenazan con ensombrecer su legado. La verdad detrás de estas afirmaciones aún está por determinarse, pero lo que es indiscutible es que el impacto potencial de estas acusaciones va más allá de la vida personal de Musk y podría tener consecuencias de gran alcance para el futuro de la innovación y la exploración espacial.
