Álvaro Velásquez, un nombre que resuena en la historia de la música colombiana, dejó un legado imborrable a lo largo de sus 69 años de vida. Su obra más conocida, “El Preso”, interpretada por Fruko y sus Tesos, es solo una muestra de su talento. Sin embargo, su vida estuvo marcada por una lucha constante contra el cáncer, una batalla que enfrentó dos veces y que finalmente le arrebató la vida.

Desde muy joven, Álvaro mostró una pasión inquebrantable por la música. A pesar de la oposición de su padre, se dedicó a componer, encontrando inspiración en sus propias experiencias y en las de sus seres queridos. “El Preso”, por ejemplo, nació de la historia de un amigo detenido en Canadá. Además de la música, otra de sus grandes pasiones fue el cigarrillo. Fumar era su manera de enfrentar las dificultades de la vida y, según él, lo ayudaba a despertar sus sentidos para componer. Sin embargo, esta adicción también fue el camino que lo llevó sin escalas a la muerte.

Hernán Darío Usquiano, amigo cercano de Álvaro, recordó: “Álvaro nunca fue bebedor, fumó cigarrillo, pero su desfogue era la música. Si te sientas a escuchar el catálogo que dejó, fue un catálogo más bien triste. Él en sus obras hablaba mucho de la muerte”. Estas palabras reflejan la dualidad de su vida: un hombre que encontraba consuelo en la música, pero que también estaba profundamente marcado por la tristeza y la melancolía.

El cáncer tocó a su puerta por primera vez en 2011. Álvaro, quien siempre se había preocupado por su salud, comenzó a notar problemas al orinar. Creyendo que tenía problemas en los riñones, acudió al médico, solo para recibir un diagnóstico inesperado: cáncer de próstata. Afortunadamente, la detección temprana y un tratamiento rápido le salvaron la vida. Sin embargo, este episodio dejó una marca en su espíritu. “Siento que lo achicopaló un poquito, pero de salud seguía bien, era súper activo”, expresó Lina María Velásquez, una de sus hijas. Por su parte, Liliana Vallejo, su esposa, señaló que “la verdad, siempre lo aporreó, lo dejó mermado anímicamente, yo lo notaba bajito”.

A pesar de este golpe, Álvaro no se rindió. En 2013, regresó a la música con la creación de la agrupación Sonora Trópico. Estaba emocionado por un nuevo proyecto de 10 canciones. Sin embargo, en medio de la preparación, su familia comenzó a notar que algo no estaba bien. Una fuerte tos fue el principal síntoma que preocupó a sus seres queridos. Con la intención de disipar las preocupaciones, Álvaro decidió realizar un viaje familiar a Coveñas. Al regresar, fue al médico y recibió un diagnóstico devastador: cáncer de pulmón en una etapa muy avanzada.

Hernán Darío Usquiano recordó el momento en que Álvaro le compartió la noticia: “él me escribe en el WhatsApp: ‘Hernán, la cosa no está fácil, me encontraron agua en el pulmón'”. La gravedad de la situación se hizo evidente rápidamente. “El médico me dijo: ‘es muy agresivo, yo creo que no hay mucho que hacer’ y, efectivamente, porque eso (el diagnóstico) fue a mediados de junio”, recordó su esposa. En cuestión de semanas, Álvaro dejó de hablar, no podía caminar ni mover las manos. Finalmente, esperó la muerte pacíficamente en su casa en Antioquia hasta el 28 de agosto de 2014.

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